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Pescadores decididos a salvar los arrecifes de coral

    Los vecinos de la isla de Wasini, en Kenia, no soportan más los estragos de las nuevas artes de pesca que degradan su ecosistema marino. Han decidido actuar y recuperar una tradición conservacionista

     

    Isla Wasini

    Un pescador en los alrededores de la isla Wasini (Kenia). ALBERT

     

    La pesca siempre ha sido una forma de ganarse la vida en esta diminuta franja de tierra situada frente a las costas del sureste de Kenia. Rashid Mohamed, de 68 años y líder de una de las dos aldeas de la isla de Wasini, recuerda que en su niñez los pescadores usaban pequeñas embarcaciones de vela llamadas dhow y aparejos de pesca tradicionales. Por aquel entonces, evitaban faenar en los ricos corales de la isla. Sabían que allí es donde crían peces como los «siganos» o los «pargos blancos». A estos lugares los llamaban tengefu, que en suajili significa “dejar aparte”, “proteger”.

    Pero las nuevas generaciones empezaron a utilizar lanchas de motor y métodos modernos, como la destructiva pesca con explosivos, y arruinó los corales. “Los barcos y las redes empleados en el pasado no contribuían tanto a su pérdida”, explica Mohamed. La tradicional importancia de la conservación del arrecife también se olvidó con el tiempo. Cuenta que, para ganar más dinero, los marinos se movieron a lugares que sus antepasados habían protegido de manera tácita.

    La comunidad decidió hace unos años que esta dinámica era insostenible. África oriental ha sufrido importantes mermas de coral en las dos últimas décadas, que incluyeron graves episodios de decoloración (proceso de deterioro que culmina con la muerte del arrecife) en 1998 y 2016. Estos descensos han hecho peligrar los esenciales servicios que proporcionan: son hábitat para los peces, atracciones turísticas y barreras contra los temporales y el oleaje.

    En una aldea de Wasini llamada Vumba, grandes atolones muertos con forma de setas salpican la costa oriental y se introducen en el mar, como indicadores de la prolongada y rica historia de crecimiento coralino de la isla. Los mangles, algunos recientemente replantados por las mujeres del pueblo, se suman al exuberante entorno que rodea un paseo marítimo y un jardín de coral pensados como atracción turística. Pero a los arrecifes vivos no les ha ido tan bien. En esta isla con unos 3.500 habitantes, los pescadores cuentan que las capturas han caído y que ahora deben introducirse más en el mar para faenar. Los operadores de barcos turísticos tienen menos clientes.

    Entre 2013 y 2017, la comunidad plantó 1.225 corales en la zona de tres kilómetros cuadrados

     

    “Estos ecosistemas vitales afrontan problemas cada vez más graves debido a una multitud de factores estresantes como el exceso de pesca, las prácticas pesqueras destructivas, la contaminación de los nutrientes, así como el calentamiento oceánico relacionado con el cambio climático mundial, y, como consecuencia de ellos, muestran tendencias descendentes a largo plazo”, señala Jelvas Mwaura, ecologista marino que trabaja en el Instituto Keniano de Investigación Marina y Pesquera.

    Sin embargo, a lo largo de los últimos seis años, los habitantes de las aldeas de Wasini han dado nuevos pasos para asegurarse su medio de vida, replantando arrecifes dañados y tomando medidas para poner fin a la pesca destructiva. El éxito de su trabajo de conservación comunitario podría servir de modelo para el resto de la región, aun cuando no consiga solucionar todos los problemas, cada vez más complejos, que afrontan estos frágiles ecosistemas.

    El proyecto comenzó en 2012, cuando los organismos estatales —con ayudas del Banco Mundial y el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas— animaron a los residentes locales a restaurar los arrecifes de coral. Al principio, a Ahmed Abubakar, presidente de la Unión para la Gestión de Playas de la Isla de Wasini, la idea le pareció demasiado ambiciosa. Replantarlos era un concepto en gran medida nuevo en África.

    “Nunca lo había oído. Aquí nadie había oído hablar de ello y pensamos que sería muy difícil”, comenta.

    Eso fue hace seis años, antes de que empezase a liderar el trabajo sobre el terreno de un elaborado proyecto de conservación comunitario en la costa occidental de la isla, frente a la ciudad de Shimoni.

    Esta mañana, a pesar de los cielos amenazadores y una leve llovizna, Shimoni es un hervidero. La lonja costera bulle de actividad mientras se pesan y empaquetan para el transporte las capturas. Al final del paseo marítimo, que da a la isla de Wasini, atraca un pequeño barco y unos 10 hombres suben por la escalera por turnos, transportando peces vivos en bolsas a un camión, donde los almacenan. “Es un día tranquilo en Shimoni porque hace mal tiempo y muchos marinos no han salido”, comenta Sharif Makame, un guía turístico.

    Los pescadores tienen cuidado de evitar una zona de tres kilómetros cuadrados visiblemente marcada con boyas para evitar la intrusión de barcos que provocaría una destrucción de los arrecifes recién plantados. La comunidad se ha movilizado también para poner fin a las prácticas prohibidas, como el uso de explosivos. La Unidad de Gestión de Playas, por ejemplo, ha ayudado a adquirir redes aptas y ha establecido una vigilancia más estricta, afirma Abubakar.

    La replantación es un proceso técnico en 12 pasos, explica. Está dirigido por los 242 miembros de la unidad de gestión de playas, la mayoría de ellos hombres de mar, aunque también se pueden sumar otros, como constructores de barcos, pescaderos, recolectores de conchas y gerentes de hoteles. En cumplimiento de las leyes nacionales, el Gobierno keniano exige que todos los pescadores pertenezcan a estas unidades para gestionar las reservas.

    De la formación se encargaron científicos del Instituto Keniano de Investigación Marina y Pesquera y del Servicio Keniano de Fauna Silvestre. Primero se cultivaron corales en semilleros, y cuando maduraron, fueron transportados al espacio de restauración. Pero dado que los diferentes corales necesitan espacios de restauración distintos, con condiciones de crecimiento favorables, lo primero era reservar una zona de replantación.

    Este sería el nuevo tengefu de la isla, recuperado tras años de destrucción. Pero al principio fue difícil conseguir que todos accediesen a no pescar en la zona propuesta. “Tuvimos que hablar con mucha gente, hombres, mujeres y jóvenes, y nos costó conseguir que todos consintiesen. Es difícil que alguien acepte dejar de faenar en el sitio donde pesca a diario”, cuenta Abubakar.

    “Nunca había oído que se replantasen los arrecifes de coral. Pensábamos que sería muy difícil”

    A los pescadores también hubo que pagarles para que ayudasen, porque les quitaría tiempo de su faena diaria. Todos recibieron 12 dólares al día por el trabajo. Entre 2013 y 2017, la comunidad plantó 1.225 corales en la zona de tres kilómetros cuadrados. Abubakar explica que han crecido con rapidez y los turistas visitan la zona para bucear. “Los científicos estaban asombrados, porque sobrepasaron los cuatro centímetros al año que ellos esperaban”, señala.

    Según Mwaura, que ha participado en el proceso, los arrecifes restaurados también acabarán beneficiando a las personas que viven en la costa. “Estos hábitats protegidos reducen el riesgo de erosión costera al estabilizar los sedimentos, y al mismo tiempo proporcionan un espacio de cría para los alevines de especies de peces e invertebrados que son económicamente importantes”, explica. Abubakar y otros compañeros de faena ya han notado un aumento de ejemplares en los bancos de la zona.

    Y mientras que la rápida destrucción y la lenta recuperación natural han necesitado intervenciones como la de la isla de Wasini, se siguen afrontando otras amenazas. Durante las inundaciones provocadas por las fuertes lluvias, por ejemplo, las avalanchas de tierra y sedimentos transportados a la costa pueden ponerlos en peligro. Como ocurre en todo el mundo, el cambio climático supone una gran amenaza para la salud del coral, advierte Mwaura.

    Aun así, si disponen de fondos, espera que los esfuerzos comunitarios de restauración puedan extenderse a zonas vecinas de la costa keniana. “Cuando los procesos de recuperación natural fracasan, quizá sea necesario intervenir para rehabilitar arrecifes degradados y los servicios de los ecosistemas”, remacha.

     

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    Este texto fue publicado originalmente en inglés en la página web de Newsdeeply en este enlace.

     

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